Bueno, pues hoy estoy en casa de mis padres encerrado. Un maldito mosco me picó y fui infectado por el virus del dengue.
Sin embargo, debo agradecer a ese pequeño hijo de puta por obligarme a desconectarme un poco de todo y tomarme un rato para actualizar este blog que como las fechas lo indican lleva más de un año prácticamente muerto.
En este tiempo hice varias cosas y tuve nuevas experiencias relacionadas al arte, si profundizamos en las áreas de negocio que tiene la industria, encontraremos que la impartición de clases es una de las más frecuentes y por supuesto las más redituables, pero muy demandante si no aplicas filtros de selección en el alumnado.
Aquí va mi experiencia. Durante 4 meses forme un club de dibujo para niños a partir de 6 años, edad de mi hijo en ese momento, y por el ímpetu de llegar a la meta de alumnos necesarios para cubrir gastos, terminé aceptando dar clase a todo perfil de niños. Spoiler: no salió como esperaba.
Para empezar al ser niños menores de 10 años, los padres se quedaban en el espacio a esperarlos durante las 2 horas que estaba planeada la clase. Esto resulto en destinar una habitación de la casa exclusivamente a los adultos, en temporada de calor el uso del aire acondicionado era necesario, por lo que consumimos el doble de energía.
Segundo factor negativo, al aceptar niños menores de 6 años, el trato era muy personalizado para poder cubrir las necesidades emocionales de los niños; incluyendo dar indicaciones en un lenguaje adaptado a su vocabulario y madurez emocional.